Esas fueron mis últimas palabras en una de mis reuniones con
uno de mis clientes.
En ocasiones resulta complicado, muy complicado que nos
entiendan. Esta fue una de ellas.
Se presenta en mi despacho, un apenado señor, cuya pariente
fallecida designó heredero en tiempo pretérito. En aquella época la fallecida
tenía un caudal muy modesto pero el devenir de los tiempos lo incremento.
En la actualidad olivares, locales y acciones forman parte
de dicho caudal, su valor importante, y la liquidación del impuesto de sucesiones,
al no ser familiar, más importante aun.
Explicar la situación no fue fácil, más aun cuando el
heredero venia con ideas fijas y claras, las cosas son como son, no como
queremos que sean, le dije.
Su idea, quedarse con las acciones y el local de más valor y
renunciar al resto.
Todo o nada, las herencias se aceptan en su totalidad o se
renuncian, o se aceptan a beneficio de inventario, pero eso de aceptar un bien y excluir a
otros, nada de nada. Cuestión distinta seria que hubiéramos sido designados
herederos o legatarios, en tal caso si podría renunciar a uno o aceptar el otro, pero en el caso que nos
ocupa, TODO O NADA. Eres heredero, todo, no lo quieres ser, renuncias, NADA.
Más claro, agua. Y los legados los dejamos para otro
momento.
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